lunes, 26 de mayo de 2008

Análisis de textos literarios (2)


Estructura

Estructura en general

A lo largo de la historia humana se han repetido cerca de 31 temas artísticos. La habilidad del escritor descansa más en la novedosa forma de presentación que en la variedad del asunto. A partir del boom latinoamericano, cuando sus integrante se inspiraron en los grandes narradores ingleses y norteamericanos, la estructura cobró importancia especial en la narrativa. A los modernos les importa mucho lo que cuentan; pero también les interesa la forma en que organizan los elementos de la narración.
Los escritores, apoyados en la libre rectoría de su universo respetarán el orden preestablecido de los elementos estructurales conocidos como planteamiento, nudo, clímax, desenlace o los modificarán, aumentando o eliminando párrafos según las necesidades de su historia. Tomemos como ejemplo una de las fábulas del guatemalteco Augusto Monterroso titulada "El paraíso imperfecto", donde el planteamiento y el nudo se han eliminado:

- Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno--; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
Definiciones:
Planteamiento: Se llama también "exposición". Con él se conoce la situación general en que se dará el suceso central y la caracterización de los participantes; aquí se esboza el problema con los respectivos presupuestos de la acción. Son los datos necesarios para entender la acción de la obra; por ejemplo, la descripción del ambiente, una explicación de la circunstancia inicial, la relación entre los personajes, el tiempo y el lugar.
Nudo: En esta etapa se entrecruzan los hilos de las historias de los personajes, complicando una situación problemática. Puede ser una acción, una decisión o la revelación de algo que cambia la dirección de la obra.
Clímax: Es el momento culminante, el resultado del nudo. Es el momento de máxima tensión entre fuerzas. Generalmente una de estas fuerzas es el hombre, la otra parte puede ser la naturaleza, lo sobrenatural, otros hombres o el yo interno.
Desenlance: Se pone fin al conflicto, casi siempre restituyendo el equilibrio de la situación. Es la parte que presenta las consecuencias finales del clímax.
Angulos de presentación

Dentro del universo de la historia el escritor tiene la posibilidad de presentarla desde distintos ángulos; los más conocidos son el narrador omnisciente y el narrador desde un punto de vista en primera persona.
El narrador omnisciente se coloca en un mirador alto y desde allí conoce todos los acontecimientos que ocurren en la historia. Sabe lo pasado y lo porvenir. Es una especie de entidad divina que puede ver y oír a los personajes y por eso se entera de lo que sienten y piensan. El brasileño Joaquín María Machado de Asís escribió una historia titulada Entre Santos. En esta historia el párroco de una iglesia observa cómo, por las noches, los santos de su iglesia bajan de sus peanas y se sientan a conversar acerca de los fieles que los visitaron durante el día. Una de tales veces, San Francisco de Sales cuenta lo ocurrido a un usurero llamado como él. Esta manera de explicar los hechos es la técnica que se ha denominado como narrador omnisciente.

-- Rezó, y yo veía su pobre alma, en que la esperanza se trocaba en certeza intuitiva. Dios tenía forzosamente que salvar a la doliente ante mi intercesión, y yo había de interceder; así pensaba mientras rezaba. Y luego siguió hablando, para confesar que ninguna otra mano que la del Señor podía atajar el golpe. Su mujer iba a morir... iba a morir... a morir. Y repetía la palabra sin salir de ella. Cuando fue a formular la promesa no podía: no hallaba vocablos, ni siquiera aproximados, por la falta de costumbre que de dar tenía. Al fin salió la petición: su mujer se moría y me rogaba que intercediese por su salvación; pero la promesa no salía, pues desde que su boca iba a pronunciar la primera palabra, la garra de la avaricia se lo impedía. Que la salvase... que intercediese por ella. Ante los ojos tenía la pierna de cera y la moneda que le iba a costar. Luego no vio la pierna, sino sólo la moneda de oro puro, mejor que los dos candelabros de mi altar, que no son sino dorados. Adonde quiera que se volviese la veía girando en torno suyo, y con los ojos la palpaba, recibiendo la sensación fría del metal y hasta dándose cuenta del relieve del cuño. Era la misma; la vieja amiga de sus años, compañera suya día y noche.
La súplica de sus ojos era ahora más intensa, y puramente voluntaria; los vi alargarse hacia mí; lleno de contrición, humillación y desamparo. Y su boca decía palabras sueltas --Dios, ángeles del Señor, llagas benditas--, palabras lacrimosas y trémulas, como para pintar con ellas la sinceridad de su fe y la inmensidad de su dolor. Lo único que no salía era la promesa de la pierna. A veces, ante el horror que le causaba la idea de la muerte de su mujer, temblaba y estaba a punto de formularla, pero la moneda de oro se interceptaba, hundiéndola en su corazón.
En la actualidad se usa mucho la técnica del narrador que trabaja desde un punto de vista. Aquí, el narrador, que vive en el universo interno de la obra, ignora lo que sienten y piensan los personajes; puede deducir, por sus actuaciones, que asumirán cierta conducta, pero sabe tanto como el lector de lo que sucederá en la historia.
El escritor que usa esta técnica "involucra" al lector porque lo obliga a penetrar en el universo interno y, al mismo tiempo, como le presenta las cosas desde diferentes ángulos, todos parciales, le da libertad para que construya su propio enfoque. Esta técnica, que no es nueva, sino reutilizada, fue manejada por Edgar Allan Poe en el siglo pasado. La adoptó de la antigua "novela gótica" al cuento corto. A partir de entonces se usa preferentemente en las historias de suspenso, de espantos, de terror y policiacas.
El mexicano Vicente Leñero creó un cuento llamado "¿Quién mató a Agatha Christie?", en él actúan protagonistas de las novela de la autora, juntamente con parientes y amigos de ella. He aquí un fragmento de la historia donde nadie sabe con certeza lo que habrá de pasar:
Cuando al fin Poirot accedió a hablar sobre la escritora, ambos amigos se encontraban sentados a la mesa del comedor bebiendo sendas tazas de un chocolate espeso que el propio detective había preparado en menos de siete minutos.
-- ¿Y qué hay del libro sobre miss Marple? --preguntó repentinamente Poirot.
-- También lo tiene el editor, pero aún no entra en prensas. Y según me informó David Holloway, el del Daily Telegraph, la anciana está dudando en publicarlo. Teme que miss Marple cumpla sus amenazas.
-- Maldita solterona --exclamó Poirot golpeando la servilleta contra la mesa y haciendo que Japp, sorprendido, derramara el chocolate. Era natural el sobresalto: el inspector nunca había oído a su amigo referirse a miss Marple en tales términos; sabía que la odiaba, lógicamente, por celos profesionales, porque Agatha Christie solía desplazarlo desde sus novelas para hacer intervenir a la gruñona y sagaz viejecita en quien los críticos habían visto un desdoblamiento de la propia autora, y aunque Poirot era y seguiría siendo el personaje más importante de la obra de Christie, la complejidad de los casos encomendados a miss Marple, y la brillantez con que los había resuelto, estaban acrecentando en los últimos años la fama de la solterona en demérito de la de Poirot. Todo eso lo sabía Japp, pero nunca imaginó que su amigo, contratriando su natural circunspección, se atreviese a manifestarlo abiertamente.
Lo hizo ante Japp: primero con esa exclamación y luego a lo largo de una perorata en la que Poirot censuró los procedimientos ridículos de miss Marple y la injusticia que la autora cometía al decidir dar muerte a él, al famoso Hércules Poirot, en esa novelucha titulada Telón.
-- Pero recuerde también que decidió matar a miss Marple -- atemperó el inspector Japp--. Al menos el fallo resulta así equitativo.
-- Con la diferencia de que Telón estará en las librerías dentro de dos semanas, como usted mismo lo ha dicho, y de que quizá nunca se publique El canto del cisne de miss Marple.
-- Si no se publica será sólo porque miss Marple amenazó con matar a dame Christie --dijo Japp.
-- Esa es la trampa --replicó Poirot.
Un largo silencio invadió a los dos amigos. Japp buscó en los ojos de Poirot una pista que lo llevara hasta sus pensamientos, pero el detective rehuyó discretamente la mirada, al tiempo que se levantó de la mesa para ir en busca de un paquete de sus queridos cigarrillos rusos. Ofreció uno a Japp, que el inspector rechazó cortésmente con un ademán, y tras de encender y dar una larga fumada al que se llevó a los labios, Poirot rompió el silencio.
-- La muerte de un personaje de novela es siempre relativa --rezonó tranquilo--. Muere cada vez que el lector cierra el libro y vive cada vez que lo abre.
-- Pero eso no disculpa a dame Christie a perpetrar un acto criminal tal alevoso como éste --interrumpió Japp.
-- La muerte de los humanos, en cambio --continuó Poirot como si no hubiera escuchado al inspector--, es real, definitiva. Cuando mueren, ya sean víctimas de una enfermedad o de un crimen, mueren para siempre, sin remedio. Por eso temen tanto al final y por eso cualquier amenaza en ese sentido los lleva a cometer barbaridades, a renunciar incluso a sus propias convicciones y querencias.
-- ¿Se refiere usted a las amenazas de miss Marple contra dame Christie? --preguntó Japp.
-- Hablo en general --dijo Poirot y dio una larga fumada a su cigarrillo ruso.
Tiempo
En la narrativa tradicional el relato se ceñía al tiempo cronológico a fin de que lo sucedido transcurriera como si fuera algo apegado a la vida real; sin embargo, poco a poco se fueron modificando las historias hasta llegar al momento presente donde el autor maneja el tiempo como materia maleable. Lo deja fluir o lo detiene; lo condensa o lo alarga; relata hechos que sucedieron hace siglos como si ocurrieran simultáneamente. El tratamiento temporal que presenta el autor en alguna obra es índice de su actitud, pero también determina y revela el mundo interior de los personajes.
En una de sus más populares historias, el argentino Julio Cortázar mezcla dos hilos argumentales ocurridos a enorme distancia temporal, pero él traslapa los hechos a fin de romper la cronología. Hasta el final del cuento el lector capta el virtuoso manejo del tiempo. La historia se llama "Todos los fuegos el fuego":

Tantea bajo la mesa hasta encontrar cigarrillos, pone uno en los labios de Sonia, acerca el suyo, los enciende al mismo tiempo. Se miran apenas, soñolientos, y Roland agita el fósforo y lo posa en la mesa donde en alguna parte hay un cenicero. Sonia es la primera en adormecerse y él le quita muy despacio el cigarrillo de la boca, lo junta con el suyo y los abandona en la mesa, resbalando contra Sonia en un sueño pesado y sin imágenes. El pañuelo de gasa arde sin llamas al borde del cenicero, chamuscándose lentamente, cae sobre la alfombra junto al montón de ropas y una copa de coñac. Parte del público vocifera y se amontona en las gradas interiores; elprocónsul ha saludado una vez más y hace una señal a su guadia para que le abran paso. Licas, el primero en comprender, le muestra el lienzo más distante del viejo velario que empieza a desgarrarse mientras una lluvia de chispas cae sobre el público que busca confusamente la salida. Gritando una orden, el procónsul empuja a Irene siempre de espaldas e inmóvil. "Pronto, antes de que se amontonen en la galería baja", grita Licas precipitándose delante de su mujer. Irene es la primera que huele el aceite hirviendo, el incendio de los depósitos subterráneos; atrás, el velario cabe sobre las espaldas de los que pugnan por abrirse paso en una mesa de cuerpos confundidos que obstruyen las galerías demasiado estrechas. Los hay que saltan a la arena por centenares, buscando otras salidas, pero el humo del aceite borra las imágenes, un jirón de tela flota en el extremo de las llamasy cae sobre el procónsul antes de que pueda guarecerse en el pasaje que lleva a la galería imperial. Irene se vuelve al oír su grito. Le arranca la tela chamuscada tomándola con dos dedos, delicadamente. "No podremos salir", dice, "están amontonados ahí abajo como animales". Entonces Sonia grita, queriendo desatarse del abrazo ardiente que la envuelve desde el sueño, y su primer alarido se confunde con el de Roland que inútilmente quiere enderezarse, ahogado por el humo negro. Todavía gritan, cada vez más débilmente, cuando el carro de bomberos entra a toda máquina por la calle atestada de curiosos. "Es en el décimo piso", dice el teniente. "Va a ser duro, hay viento del norte. Vamos."

1 comentario:

SUSANAAAAAAAAAAAAAAA dijo...

Buenas noches, esta página está interesante, para poder obtener la información más exacta sobre el curso y poder opinar sobre los temas a tratar.
SUSANA