miércoles, 25 de junio de 2008

Lengua hablada vs. Lengua escrita


La escritura ha sido históricamente concebida como un código sustitutivo del habla debido a que la prioridad de la lengua hablada sobre la lengua escrita, tanto de orden filogenético como ontogenético. Sin embargo, desde un punto de vista funcional y semiótico, la práctica de la escritura no es pura y simple transcripción del habla. Existe una interdependencia entre las lenguas oral y escrita, ya que ambas están regidas por un mismo sistema englobador (norma abstracta) bajo un conjunto de variantes enunciativas que los hablantes competentes ajustan y distribuyen a las necesidades y contextos discursivos específicos.


Los sonidos (sustancia de la lengua hablada) y las grafías (sustancia de la lengua escrita) difieren en sus condiciones de producción y de percepción, lo cual origina que ambos sistemas tengan una distribución complementaria (situación espacio-temporal, facilidad de producción, etc.). Las diferentes condiciones de comunicación de lo oral y lo escrito conllevan ciertas estrategias discursivas para cada una, por ejemplo, grados de planificación, de elaboración sintáctica, diversos tipos de progresión semántica, organización de las frases, etc., e implican determinadas regulaciones pragmáticas del discurso. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, se puede considerar lo escrito y lo oral como dos sub-dominios caracterizados discursivamente de una misma lengua.


La diferencia entre lo escrito y lo oral descansa en los repartos funcionales de los usos del lenguaje. Desde esta perspectiva, no constituyen géneros discursivos (tipos definidos por sus características enunciativas formales), sino registros discursivos (tipos definidos semánticamente): es el reparto funcional lo que guía esta especificidad, y sus correlatos enunciativos serían una consecuencia de dicho reparto. Lo oral-escrito como registro discursivo constituye una conminación a usos sociales eminentemente variables y no reductibles a restricciones de orden material.


Por otra parte, en el estudio de la lengua oral y la lengua escrita es necesario distinguir dos perspectivas fundamentales:

a) medio, y b) concepción. En la primera perspectiva son importantes todos los problemas que se refieren al medio de comunicación (hablado vs. escrito, o fónico vs. gráfico), es decir, a la diferencia entre la realización fónica de un enunciado y su manifestación gráfica. La segunda se refiere a la concepción subyacente a un enunciado y al modo de su verbalización (oralidad vs. escrituralidad).


La distinción medial entre lo hablado y lo escrito constituye una dicotomía (i.e., el enunciado es fónico o gráfico), mientras que en el caso de la concepción se trata de una graduación, una escala, un continuo limitado por dos extremos que se podrían llamar inmediatez comunicativa y distancia comunicativa. La articulación de estas dos perspectivas hace que estemos en presencia de cuatro sistemas de discurso, y ya no de dos:

1) lenguaje hablado (por ejemplo el diálogo informal);

2) lenguaje escrito (leyes y códigos, textos científicos, etc.);

3) lenguaje oralizado (v. gr. la lectura de una ponencia o un informe), y

4) lenguaje transcripto (por ejemplo, una carta personal espontánea)

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